abriendo las hojas de un nuevo día,
que no tiene por qué ser bueno,
que no tiene por qué ser malo,
pero que tiene que ser.
Y te levantas con pájaros en la cabeza,
tu pelo es el nido de ellos;
será de la guerra en la cama,
de sueños de lucha.
En la pupilas se nota el silencio del alma,
que igual tiene voz,
pero que igual tampoco se escucha,
que no quiere decir que no exista.
Tus pies andan por el pasillo,
tu mente es fría y no pareces pensar nada...
y como si todo pasa la mañana,
fríamente calurosa,
puede que llena de ansiedad.
Estás cansada de mirar al suelo,
tus zapatillas incluso pueden llegar a hablarte,
solo tú las escuchas.
Tu mirada se pierde en el fondo de un lago,
o en el bosque de hojas caídas,
o en el Universo,
donde todo está en silencio,
donde no explosiona nada,
donde nada hace ruido.
¿Necesitas ruido? ¿Necesitas fuego?
Creo que necesitas oxígeno,
date otros suspiros,
acompáñate en el desierto frío.
Frío, calor...
Abrazo como templanza en forma de endorfinas,
con pilares y tejados donde alguien se convierte,
durante los segundos que quieras, en tu hogar.
E igual tus parcas palabras harán salir de tu mente el Universo del silencio,
tus zapatillas de colores,
dejas el bosque y sales del lago.
Ahora tienes el pelo mojado,
sientes el ruido,
el fuego te quema y te das cuenta de que a la izquierda hay un cuadro en la pared que ha esperado toda la vida a ser mirado con ojos como los tuyos.
¿Oyes la sinfonía?
No sé qué es,
no sé cómo se llama,
las sinfonías nunca son malas.
Síguela.
NO DEJAS DE SORPRENDERME, me encantan tus palabras.
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