Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de mayo, 2016

Sinfonías

Un pequeño suspiro que te hace despertar,  abriendo las hojas de un nuevo día,  que no tiene por qué ser bueno,  que no tiene por qué ser malo,  pero que tiene que ser. Y te levantas con pájaros en la cabeza,  tu pelo es el nido de ellos;  será de la guerra en la cama, de sueños de lucha. En la pupilas se nota el silencio del alma, que igual tiene voz, pero que igual tampoco se escucha, que no quiere decir que no exista.  Tus pies andan por el pasillo,  tu mente es fría y no pareces pensar nada...  y como si todo pasa la mañana,  fríamente calurosa,  puede que llena de ansiedad. Estás cansada de mirar al suelo, tus zapatillas incluso pueden llegar a hablarte, solo tú las escuchas.  Tu mirada se pierde en el fondo de un lago, o en el bosque de hojas caídas, o en el Universo,  donde todo está en silencio, donde no explosiona nada,  donde nada hace ruido.  ¿Necesitas ruido? ¿Necesitas fuego? Creo que necesitas oxígeno, date otros suspiros, acompáñate e

Efecto difuminado

En lo más profundo de su corazón, habitaban las flores más bonitas del Reino de Corazones. Ella no quería verlas, se daba la vuelta buscando un rincón donde apaciguar su soledad. Lágrimas caían en tierra oscura, y no había voz que quisiera oír ni escuchar. Creía gustarle la melodía del silencio. Un día, entre la oscuridad del reino, un hombre de arrugas marcadas determinadas por su edad, le tocó el hombro y dijo:          - "¿Qué haces aquí tan sola, en el Reino de Corazones, donde las flores son nuestra alegría, felicidad y también nuestra compañía?" - "No quiero ni alegría, ni felicidad. Tampoco compañía. Prefiero estar aquí, mis lágrimas marchitarían las flores y desaparecería el Reino." Respondió ella. El viejo sonrió y levantándose, añadió: - "¿Sabes de dónde sale lo más valioso de nuestro reinado? De lágrimas valientes pertenecientes a luchas internas, de la calma y la paciencia que eso exige y de ojos esmeralda llenos de esperanza.  Cuando

A las madres

Para las madres, que nos dieron cobijo, cuando no teníamos formados ni pies, y éramos todo corazón. Para ellas, aquellas alfareras, que se llenaban las manos de barro cuando iban a la guerra. Para las hechizeras, por los ¡cómo vaya y lo encuentre!, y lo encuentran. Claro que lo encuentran. Aquellas guerreras, que fueron a la lucha sin pensar, lo trágico del qué pasará y volvieron satisfechas y orgullosas. Para las que intuyen sin mirar, y las que no lo saben lo sabrán, y las que saben... magia recia. Para las del tiempo, que te dicen que hace frío, te dan un beso para el camino, y te dicen: avísame si no vienes, hijo. Las que usan un sólo dedo para el tema del whatsappeo, te dicen que no saben que han tocado, y tú... te ríes: y en un minuto, solucionado. Para las que no saben ni qué asignaturas tienes, pero aún así te preguntan. Y cuando te haces mayor, te siguen dando las buenas noches. Para las que nos tuvieron dentro, y también fuera. A