Ese jodido sentimiento se apodera de nosotros cada vez que cruzamos esa ralla que escapa los límites de nuestro llamado hogar. El pie te tiembla y te sientes extraño, fuera de ti. Un pie ya es suficiente para sentir el frío que hace fuera, frío al que no acostumbras. Vuelves a retirar el pie, quieres estar en tu zona de confort porque ahí es donde estás a gusto... dando de comer a tu miedo mientras logra convencerte de que donde estás, es un lugar seguro para tu mente y tu cuerpo. Parece que tu mente es finita, que comienza en lo que crees que eres y acaba en ese indeseable miedo. Miedo hacia tu propia persona. Miedo a mirarte. Miedo ante espejos y reflejos. Miedo ante palabras verdaderas o ante falsas verdades. Miedo al fracaso y también miedo al éxito. Miedo a caer y miedo a levantarte por si vuelves a herirte; es cierto, es más cómodo quedarse en el suelo. Sentimiento profundo que te impide hacer cosas y que controla tu mente, dejando de lado lo que somos y mostrando lo...