Me gustan los niños y me gustan los adolescentes.
Me parece el periodo más interesante de toda nuestra vida. Una época que te define como persona. Una época tan sensible como compleja. Época importante y efímera, como todo, que deja poso, que deja restos, que a veces duele y a veces no, que te hace fuerte o que te hace débil o fuerte y débil al mismo tiempo. Por eso quiero poder ayudar a elegir y cambiar pensamientos, influenciar y hacer ver el buen camino que algún día espero encontrar, si no nada de esto tendrá sentido.
Yo misma me pongo las barreras y me fuerzo a ser como alguien que no le cuesta hablar, porque me encantaría ser alguien así. Las grandes masas me agobian y es curioso porque igual debería no haber tomado esta decisión y debería haberme encerrado en mi habitación a seguir mirando al techo. Sin embargo creo y solo creo, que si soy capaz de hablar con la gente, pasar tiempo con adolescentes o simplemente personas, enseñarles y ser su punto de apoyo, eso me hará sentir bien. Tan bien que pueda aferrarme a eso, encontrando así mi máxima: la utilidad.
Vivo empeñada en el hecho de servir para el mundo y del mismo modo, vivo empeñada en pensar que no soy quién. A veces en un mundo, a veces en el otro y a veces en el medio, donde me atropellan. No me gusta pensar en un futuro, es incierto e inexistente pero la experiencia me dice que, inevitablemente, me seguirán atropellando y seguiré paseándome entre mundos. De esta forma puedo llegar a ser o no llegar a ser. En cualquier caso siempre quedará lo que quise, pudiendo ser una referencia o una horrible advertencia.
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