En
su cabeza, muchas cosas estaban mal. Así no piensan y actúan la mayoría de las
personas, y le dolía ver como fastidiaba a la gente, como les decepcionaba y
como se rendían con ella. Cansada de llorar en las noches absolutamente eternas
sintiendo la soledad de su cama en la madrugada de un día entre semana. Dolía
ver como todo el mundo luchaba por ella cuando no quería que lo hicieran. Ya no
sabía explicar ni cómo, ni por qué. Sentía no encajar, intentaba, pero no
conseguía y se destrozaba. Por dentro y por fuera. Dolía ver como se ocultaba,
se mentía y como pedía ayuda sin voz porque ese demonio se la había quitado.
Dolía ver que cada día se había despertado.
Estos
días; pensaba, era un arma de doble filo. Según Arendt pensar es un ejercicio,
la palabra griega es epimeleisthai y
está vinculada a gymnazein que es una especie de meditación, tanto en el
sentido de Marco Aurelio como en el sentido de las meditaciones de Descartes.
Calíope no tenía ni la más mínima idea de que todo lo que escribía eran actos
relacionados con la atención, la mirada y la percepción de uno mismo, encontrar
dentro de sí misma un ápice de fortaleza, de curación, de liberación…
A
veces la gente más callada tiene mucho que decir. Todos esperaban que dijera
algo, pero ella no creía tener nada que decir, algo importante, transcendente,
pero contaba con la expectación de alguien de público y con un poquito de
esperanza. Su malestar era evidente, pero no entendible pues ni lo era para
ella. Un día más lo veía como un día menos y eso era triste. Los días pasaban
como si nada y pesaban como si todo. Nada llenaba a Calíope, tan solo lo que la
destruía ¿cómo podía ser? Adoraba dormir, pero no por descansar sino por
desconectar, dormir era irse de la vida, de la realidad por unas horas. Y
odiaba despertar, odiaba los días nuevos y se preguntaba ¿hasta cuándo? Pues
hasta cuando ella quisiera. ¿Para ser feliz hay que proponérselo o simplemente
aceptar? Se preguntaba. Con la pregunta venía la respuesta: igual es hora de
aceptar, hay cosas que no se pueden cambiar. Pero los filósofos griegos nos
decían que no teníamos que contentarnos con lo que éramos, Calíope, todo el
tiempo estaba absorta en buscar y buscar y buscar, en ser mejor. Aprender. Ella
quería aprender a morir.
No
sabía que iba a hacer en un año, ni en cinco, no sabía qué iba a hacer en dos
horas, ni en un día. Si planeaba cosas y por tanto esperaba cosas, estaba
poniendo la cara directamente para que se la abofetearan. Las cosas no se
planean, pensaba, se hace una ruta y se cumple como se puede, si tienes un
plan… fallará algo. Planear cosas lejanas es malo, tener una cierta idea de lo
que quieres, no. La vida no es más que educación, educarse a sí mismo a través
de todo lo malo que te pasa, conseguir de eso lo bueno, algo positivo y vivir
para así educarnos, algo
imposible en ese momento para Calíope.
Lo
que le hacía sentir útil mínimamente era hacer el bien, pese a sus fracasos, al
fin de cuentas, ayudar. Después, pensaba que si quería influir en alguien
tendría que dejar de ser influenciable. Tendría que transformarse, que puede
sonar a lo mismo que cambiar, pero no lo es. Aunque, al fin y al cabo, si no
podía ser un buen ejemplo, se conformaría con ser una horrible advertencia. Sin
más esto sería la experiencia de un encuentro entre generaciones con el paso
del tiempo. La educación. El cambio.
Los
espejos eran un problema, siempre le llamaron la atención, se miraba. Esta soy
yo. Soy Calíope, y acto seguido el espejo se reía de ella. Su familia, humilde
y normal, confiaba más en ella, hacía tiempo que su madre no le pillaba nada
raro y eso era bueno para la tranquilidad de todos. En cuanto a Ares, podía
haber dicho muchas cosas, él la entendía, sentía apoyo y aceptación. Eso es
bonito, pero, no estaba a la altura, porque siempre prefirió cuidar a ser
cuidada.
Nadie a quien contar cosas, siempre sola, pero
con un novio, en cualquier etapa. Siempre diferente pero diferente no es mejor. El principal problema partía del enfoque, es decir, quería amistades para
llenar el vacío de la soledad, pero se equivocaba, porque la soledad no es un
vacío, es un camino, y andar el camino de la soledad es duro, tan duro que no
todo el mundo puede. Calíope no podía, pero por otra parte hay que tener claro
lo que era estar sola. Es andar por un sitio que ni estando sola estaría sola,
pero no es la soledad su compañera, sino ella. Se supone que, pasando por la
soledad, todo el mundo se conocería un poco más y un poco mejor, es un sitio
por donde todos deberían pasar, pero no para quedarse.Para
acabar, Calíope a veces sonreía y se proponía, admitía y se sentía mejor, veía
lo que era y sobre todo lo que no era, pero la vida es difícil y es difícil
encajar que dependía todo de ella. Presión, nudos de garganta, lágrimas que no
podían salir. Se miraba y no se gustaba. “Te odio”, “cada parte de ti y cada
pensamiento”. Se metía en la cama y miraba el móvil esperando… algo. Que no
sabía que era, pero cada minuto era un sufrido aprendizaje. Calíope era un
sujeto de la experiencia, alguien a quien le pasaba algo, a quien le pasaban
cosas, como un ser que sufre y siente.
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