Camino y divago pensando qué pensar, escuchando el sonido desagradable de los coches pasando y pitando, frenando y acelerando. Ese desagradable ruido del mundo...
Por fin tu voz se convierte en música para mis oídos,
y me hace sentir más tranquila. Una sensación tan agradable como respirar aire puro, sentirte a salvo, una sensación tan agradable como poder ser tú mismo. Y a la vez que mis palabras se entrecortan por la inseguridad de mi mente y mis ojos bajan la mirada hacia un punto perdido dentro de uno de los mejores sitios del mundo solo por tu compañía, al terminar, solos se levantan a buscar tus pupilas donde encuentro la sabiduría que me genera ese punto de paz.
E inexplicablemente, después, sin estar sigues estando... y mientras estés, sigo pensando que no eres nada comparable con el Sol, ni con las estrellas, ni con la Luna.
Tu presencia real o ficticia abraza a mi corazón, lo abriga y lo cuida,
y me pierdo entre sensaciones,
y las gracias se me quedan cortas... y siempre lo harán.
Ya no importa. No importa que veas que soy así. No importa qué me pase mañana si tú sigues haciendo competencia al Sol, que da vida a quien quiera que sea, que alumbra rincones y abraza corazones rotos, que da calor a quien tiene frío y le cuida desde donde estés. Ya estoy tranquila, te he conocido.
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