No puede existir lugar más seguro que tus brazos
donde el tiempo es efímero,
donde la oscuridad de la noche va conexa a abrazos,
y los abrazos adheridos a escalofríos.
Es ahí donde vuelo sobre el poder de tu razón,
y llego a la locura con el sonido de tu voz.
O con tu silencio.
El viento accede en la madrugada y me hace anhelarte,
roza mi piel, siembra la calma entre tanta insania,
y siento el recio latir de mi corazón.
No hay droga que irradie el recorrido de mi vida,
tan solo tu presencia, o tu risa.
Tus caricias.
Ni siquiera comprimidos recetados,
que me llevan a otros mundos donde sobrevivo sin ti.
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