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La hora de clase



Existe un nuevo rostro de la Escuela donde la violencia ya no es el foco de atención. Ha dejado de ser un aparato ideológico del Estado. De todas formas, la asistencia obligatoria a clase y las tareas exigidas cada vez más por los profesores mediocres, hace que se asemeje más a una cárcel que a una escuela. Y es que los profesores, son humillados con sueldos mínimos cuando en realidad, tendrían que ser respetados, tendría que ser una profesión muy respetada pues son ellos los que crean las nuevas generaciones.

Es cierto que ahora, la mente, la usan como si fuera un ordenador. Estudia esto, luego borra el contenido. No se lleva a cabo un aprendizaje. Podría considerarse que somos tarjetas de memoria que se llevan al formateo en cuanto realizamos un examen o pasamos a cursos posteriores. No hay ninguna relación del saber con la vida. Es algo totalmente improductivo, enseñan fórmulas que no aplicaremos nunca, enseñan el analizar frases sin saber con qué objetivo ¿Nadie se lo pregunta? ¿Nadie piensa que se nos tendría que enseñar a tener un criterio y un pensamiento?

Los profesores deben despertar el deseo de los alumnos hacia el aprendizaje. Eso es lo que yo considero un buen profesor. Durante toda mi etapa educativa, he podido intercambiar opiniones sobre profesores y siempre ha funcionado igual. El buen profesor es aquél que deja la puerta del saber abierta y que, a la vez, hace que vayas hacia ella para ver qué hay. Para todo esto se necesita conseguir la indagación por parte de los alumnos porque el saber es descubrir por sí solo. Nunca le digas a un niño cómo funciona un juguete, porque si no, no aprenderá. El aprendizaje se traza al caminar, no quedándose sentado esperando que te den la respuesta a la ecuación. Es necesario producir el vacío para hacer posible la creación del saber.

Necesaria es la transferencia (Sócrates y Agatón). Transformar el erómenos en erastés, es decir, la pasividad del amado en la actividad del amante.
Las masas despersonalizan y hacen perder la razón crítica de cada uno. Hay multitud de ejemplos en la historia, gente que pensaba de una forma ha terminado pensando de otra por unirse a masas que contradecían su opinión crítica.

El trabajo de los profesores se ha convertido en la sustitución hacia las familias. Pretenden que se enseñe un saber determinado pero que a la vez se enseñen modales, los cuales deberían enseñarse en el ámbito familiar y no escolar. No obstante, se pondrían en práctica en el ámbito de la escuela.

Finalmente, llegamos a un pensamiento único, donde la respuesta del maestro es la correcta, sin importar lo demás, sin importar qué opinan los niños. Es necesario escuchar a los niños, pero lamentablemente no es así, todo viene de un totalitarismo impuesto que no deja ver más allá, y así estamos; encerrados entre vallas que, incluso cuando llega alguien a quitárnoslas, nos asustamos tremendamente. “¡Pónnosla!”, es que estamos acostumbrados tanto a eso, que no sabemos cómo hacer cuando nos da el aire en la cara e inhalamos el oxígeno de expresar una respuesta.

No nos dejan pensar, no nos dejan expresarnos, ni siquiera nos conocen, no saben nuestros nombres, no saben nada de nosotros, somos un número de expediente y eso nos hace sentir máquinas de información. ¿Que qué sé de la carrera? Pocas cosas. Vomito lo que estudio o marco cruces en cuadrados preparados para ello, eso no me hace más lista que el otro, no me hace más sabia si saco mejor nota, no me hace más tonta si suspendo. Un suspenso no implica el nivel de tus conocimientos, ni tampoco un sobresaliente.

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